miércoles, 24 de agosto de 2011

Agradecido el Coquí

La tormenta tropical, casi huracán, Irene había pasado la noche anterior.  Eran las 730 de la mañana y Manu y yo caminábamos por el campo de golf al lado del Río Gurabo donde estaba el "fairway" del hoyo 6.

"Papi, mira, mira, mira que muchos coquices bebé !" exclamó el Manu asombrado

Miré por todos lados, hasta que por fin pude ver lo que el decía.  Y es que sobre pedazos de bambúas flotando en el agua había sapitos chiquitos, es verdad eran coquís.

"¡ Mira Papi, también hay un bebe cien pies... y mira, una familia de lagartijitos, todos juntos en el mismo palo !"

"Contra, que mala esa tormenta que dejó sin casa a todos esos animalitos"

"No te preocupes Manu, que por lo menos los vimos y los podemos salvar, pero pobre de los que perdieron sus casitas y sus vidas también, por no tener a alguien como tu que se fijara en ellos."

Esto son los momentos en que te miras tu mismo desde el cielo y dices, "¡ wow, que loco estoy !"  Metido casi hasta la cintura en agua, aunque no había corriente en este lugar, el agua estaba fría, la lluvia encima nos caía, y de lejos veíamos muchos carros deteniéndose a mirarnos.

Tal vez se preguntaban "¿ Y que rayos hace ese loco metido en el agua con un niño y un perro ?"  Ah, se me olvido decirte que llevaba a Nikki amarrado de paseo por los charcos de agua...

Mi vida no corría peligro, mucho menos la de mi hijo, en realidad no estaba en el rió, sino en el medio del campo de golf donde el agua subió, pero no había peligro, repito, antes de que llames a servicios sociales...  Lo interesante es que mientras otros jugaban, dormían, leían, se quejaban o nada especial hacían, el Manu estaba ocupado salvando especies con su Papa.

Relocalizamos las familias a lugares mas seguros y al rato Manu dice "¡ Mira Papi, por ahí viene nuestro almuerzo !"

"¿ Qué ?" dije yo.  Y al mirar para el lado, navegando por el "canal" con calma y sin prisa una pana (de árbol de panapén) flotaba en nuestra dirección.

Cómica la naturaleza, gracia me da, que aunque no hay un solo árbol de panas en toda dirección, Papa Dios nos recompensó con un regalo humilde por ayudar a sus otros "hijos" a no morir ahogados en algún lugar.

Camino a casa juré escuchar un sonido distante que decía "coquí... por ti... coquí... estoy aquí... coquí"  Hora de tomarme mi medicamento...

Miré al cielo y dije "Gracias a Ti, mi Amigo, por el Manu y sus hermanos y las familias enteras que están cerca de mi.  Gracias por cuidar de ellos, de ustedes, también"

Miguelo



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